Manifestaciones contra un racismo siempre latente

¿Qué es el racismo? ¿Quiénes lo sufren? ¿Cuál es su origen? ¿Por qué ocurre? Responden desde la Antropología y la Historia, Cristina Dejean y Daniel Santilli, respectivamente.

A partir de un caso particular de violencia racista en Estados Unidos, se han multiplicado las manifestaciones en contra del racismo, en todo el mundo. De esta manera, se intenta visibilizar un viejo problema, del cual ninguna sociedad es ajena.

Fuente: UBA

El asesinato de George Floyd en Estados Unidos fue el detonante de las protestas raciales en dicho país. Estas manifestaciones han permitido llevar a los medios masivos una temática siempre latente, documentada desde que existe registro escrito, 4.000 años atrás. Por esta razón es que los diferentes grupos que sufren las consecuencias del racismo han iniciado protestas en muchos países del planeta, el nuestro incluido.

Conversamos con la experta en genética de poblaciones Cristina Dejean, y con el historiador Daniel Santilli, experto en desigualdad a lo largo de la historia argentina, para que nos expliquen de dónde viene el racismo, y cómo se presenta en Argentina.

“El racismo es la percepción de que un grupo humano con el que nos identificamos, mal llamado raza, es superior a otro”, nos explicó Cristina Dejean, profesora asociada de Antropología Biológica y Paleoantropología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, e investigadora del Instituto de Ciencias Antropológicas de la misma facultad.

Las razas no existen

“No hay sustento biológico para el racismo”, explicó Dejean, experta en el estudio de las poblaciones humanas a nivel genético, de nuestro componente más básico, el ADN. El concepto de raza es un invento cultural, ya obsoleto para la ciencia; y el desmerecimiento del otro por ser diferente, también lo es, no tiene base en la biología.

“La división de la especie humana en razas se basa en la clasificación de Carlos Linneo del siglo XVIII, que atribuye, por ejemplo al africano (Afer niger), entre otras características comportamentales, ser negligente y perezoso; mientras que al europeo: ser ligero, vivo y gobernado por leyes. Esto en pleno auge de la expansión colonial europea. Los intentos de clasificación de los humanos en tipos diferente ha justificado la dominación y la esclavitud”.

Las razas no existen, ya que lo que se ha utilizado para definir ese concepto son los rasgos externos de los seres humanos, lo que se conoce como rasgos fenotípicos. “Los ambientes en los que han evolucionado los distintos grupos humanos han seleccionado las características fenotípicas de los individuos que hoy habitamos el planeta. Son adaptaciones geográficas”, explicó Dejean.

“En la especie humana la variación existente no permite clasificar a los individuos”, aclaró la antropóloga. “La apariencia, lo que vemos externamente, solo involucra una pequeña porción de nuestros genes. Al observar un mapa de distribución de tonalidades de la piel, por ejemplo, podemos ver cómo en latitudes ecuatoriales se concentran los tonos más oscuros y aparecen gradientes, no cortes abruptos”.

“La melanina, responsable de oscurecer nuestra piel, nos protege del cáncer allí en la zona ecuatorial, donde la radiación ultravioleta es más intensa”, continuó la experta.“En latitudes más extremas, donde la radiación solar es escasa, la piel clara permite una mejor síntesis de Vitamina D, necesaria para el funcionamiento de nuestro sistema inmunológico y para el sistema óseo”.

Pero, ¿qué tan diferentes somos? En biología, se suele hablar de que una especie tiene muchos grupos diferentes cuando tiene una gran diversidad genética. “Dentro de los primates, de los cuales formamos parte, somos los menos diversos”, explicó Dejean. Nuestro ADN, que es el que contiene las instrucciones para que cualquier ser humano sea como es, apenas difiere un 7% entre gente que vive en diferentes continentes.

Discriminación económica

Desde la historia se puede ver cómo en Argentina, por ejemplo, estamos cruzados por procesos que han favorecido una desigualdad anclada en la economía, como ha visto Daniel Santilli, investigador del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. E. Ravignani, y profesor de la Facultad de Filosofía y Letras.

“El racismo puede definirse como el temor al desconocido, al ajeno a la comunidad en la cual estás inserto”, explicó Santilli, autor del reciente libro La desigualdad en la Argentina. Apuntes para su historia, de la colonia a nuestros días.“Desde la antigüedad, los pueblos diferentes, los bárbaros, eran esclavizados, revelándose palmariamente el temor y la inseguridad que provocaba el diferente”.

“El objetivo era hacerle sentir que era un extraño, que se le temía, pero que se lo utilizaba”, continuó el historiador. “Desde los árabes y los judíos en España, a los indígenas americanos o australianos, los diferentes eran por lo menos excluidos, si no esclavizados. Fueron expulsados de España o utilizados en la construcción de las pirámides en Egipto, por ejemplo. Un verdadero sistema económico montado sobre la esclavitud en el Imperio Romano, otro ejemplo”.

“En América el racismo se expresó, en primer lugar, en la diferenciación con los nativos americanos recién conquistados. Los indígenas fueron considerados seres inferiores a los que había que adoctrinar y explotar”, explicó Santilli. “El segundo caso fue el de la masiva inmigración forzada de nativos africanos esclavizados, vendidos como objetos cuando arribaban a América para ser utilizados como mano de obra en minas, haciendas e ingenios”.

“En el Virreinato del Río de la Plata se reprodujo esa convivencia de ambas formas en las regiones en las que pervivieron las comunidades indígenas, como en el noroeste de la actual Argentina”, dijo el historiador. “La esclavitud africana se localizaba en haciendas y estancias jesuitas, principalmente. Buenos Aires, sin indígenas con posibilidades de ser sometidos, se convirtió en la puerta de entrada de los esclavizados africanos, que se distribuían por el interior y en las chacras y estancias de la zona. Muchas familias alquilaban sus esclavos en momentos de necesidad perentoria de mano de obra, como las cosechas”.

Rechazar al pobre

“Por ser una zona de frontera las diferencias sociales de estatus, tan comunes en el resto de América, tendían a disolverse en Buenos Aires y el litoral. Primaba más la posición económica que la categoría social de la persona”, aclaró Santilli. “De tal modo, se produjeron casos de blanqueo por el cual sujetos teóricamente considerados de condición inferior ascendían socialmente por sus riquezas, por su posición económica, olvidándose el color de su piel”.

“Si durante la colonia se pudo mantener, dentro de ciertos límites, los rasgos culturales impuestos por España en cuanto a la discriminación, la revolución trastocó en gran parte estos lineamientos en Buenos Aires. Los sectores populares que incluían a negros, pardos, mulatos e indígenas conquistaron una mayor importancia”, explicó el historiador. “De este modo la diferenciación básica en Buenos Aires, pasó a ser la riqueza”.

“La separación era entre la élite, no sólo peninsular o europea, sino también criolla, no exclusivamente blanca, sino con grados de mestizaje escondidos en los pliegues de su historia; y la plebe, el populacho, compuesto por blancos pobres, peninsulares y criollos, mestizos, afrodescendientes e indígenas que vivían entre blancos. Los primeros, habitantes de la ciudad; los segundos, de los suburbios y de las zonas rurales; la expresión civilización y barbarie refleja el sentimiento de la élite”, dijo Santilli.

“La clase media es la encarnación de la posibilidad de ascenso social a través del enriquecimiento no sólo material. Se distingue por poseer una cultura elaborada durante décadas y que asimila conceptos tanto de abajo como de arriba”, desarrolló Santilli. “Se construye de ese modo, en ciertos conjuntos sociales, un sujeto que trata de diferenciarse de los de abajo y de parecerse a los de arriba, muchas veces sólo con la apariencia. Lo llevan a discriminar al diferente, que no es otro que el pobre, conformándose lo que ha dado en llamarse aporofobia, el rechazo al pobre”.

“Ubico el racismo en Argentina en ese registro”, opinó el historiador, “un registro más de clase que de fobia racista. Y está centrado en la desigualdad, en el estigma de nacimiento que contiene al germen de la desigualdad. Cuando digo desigualdad estoy hablando de la económica, ya que todas las otras desigualdades horizontales están cruzadas por la economía, desde la de género a la generacional, pasando por la nacionalidad y el nivel educacional”.

“Creo que la discriminación en Argentina pasa principalmente por la desigualdad económica, a la que se agregan luego, todas las otras desigualdades”, concluyó Santilli.

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