En esta edición de «Encuentro en la distancia» el protagonista es el virtuoso Julio Coviello, joven músico y bandoneonista con berretín de cantor, como a él mismo le gusta autodefinirse. Con la frescura de su presencia y con la sencillez y humildad que sólo detentan los grandes, deslumbra con su destacado talento a la hora de escucharlo y verlo tocar. Al disfrute de oír su apreciada música, se suma el placer de observarlo tan unido y conectado a su bandoneón como una prolongación de su cuerpo en una profunda experiencia artística y creativa.
Por Laura Otero
Julio Coviello es bandoneonista, cantante y compositor en el grupo Tango Cañón. Es también el bandoneonista del cuarteto Cedrón convocado por el mismísimo “Tata” Cedrón. Fue integrante de la Orquesta Típica Fernández Fierro y del Cuarteto Coviello. Además, es docente de bandoneón en la Universidad Nacional de Lanús y en los Conservatorios Julián Aguirre de Banfield y Alberto Ginastera de Morón. También es profesor del “Proyecto Bandoneón Pichuco” de la Universidad Nacional de Lanús.
¿Cuándo empieza a convocarte el tango y el bandoneón?
Empecé a tocar el bandoneón a los 16 años, en 1999. Hacía 8 años que iba al Instituto Vocacional de Arte, un instituto de la Municipalidad de Buenos Aires donde a contra turno de la primaria y la secundaria hacía talleres grupales de plástica, música, teatro, instrumentos autóctonos, danzas folclóricas, títeres, literatura, todo desde una perspectiva de educación por el arte.
En ese momento quería especializarme en algo y pensé en el bandoneón. Sentía que había poco amor propio por nuestra cultura y que podía aportar haciendo tango. Y empecé a pedir en mi casa un bandoneón, después de una reunión familiar que había estado jugando con un acordeón de juguete. Fue como un momento exacto, casi una revelación jaja. En mi casa no se escuchaba tango exclusivamente. Pero por la mañana se escuchaba en la radio a Héctor Larrea, y siempre mi madre traía entre otras cosas, discos de tango.
En una oportunidad comentaste que tu hermano Hernán fue un poco mentor de tu “tanguidad”, ¿Te gustaría compartir esa historia fraternal?
Nunca sentí de mis viejos una intencionalidad para que nos dediquemos a tal o cual cosa. Sentí una plena libertad para decidir qué es lo que quería seguir. Siempre disfrutaron mucho la música escuchando y bailando. Organizaban en casa fiestas con amigos que terminaban muchas veces en guitarreadas. Mi hermano Hernán me hacía escuchar e interpretar algún pasaje de Julio Sosa o Edmundo Rivero, escuchar al Cuarteto Cedrón o a Pink Floyd y a Bob Marley. Con mi hermano Rafael escuchábamos rock nacional, él canta, toca la guitarra y la batería, y hacía canciones. Con mi hermana Melina grabábamos radios en casettes y a mi hermano Federico lo escuchaba estudiar batería 1 hora por día todos los días muy metódicamente. De ahí salí, y empecé a estudiar bandoneón el mismo año que vino a vivir con nosotros mi primo Nazareno, que es como el sexto hermano.
Dentro de este nuevo contexto de pandemia participaste del Festival de Tango de Flores, ¿Cómo fue tu experiencia a la distancia, cómo sentís que afecta al mundo del tango esta nueva circunstancia virtual?
Es un cambio de década. Hace bastantes años que estaban a disposición estas herramientas de las transmisiones en vivo y nunca antes se utilizaron como ahora. Me acuerdo que a principios de la década del 10 transmitíamos en vivo los conciertos del Cuarteto Coviello desde Musetta Café. Pero lo que pasó el año pasado fue un cambio de hábitos contundente. Creo que la función del arte es llegar a una fibra íntima del ser. Es muy difícil llegar a eso desde una transmisión en vivo. Creo que el clima que se creó en el Festival de Tango de Flores estuvo lindo. En primer término por el marco, un colectivo que está organizando ese festival hace años y contra viento y marea lo organizó en medio de la pandemia. No es lo mismo que empezar a transmitir con mi bandoneón solo en casa. Con ese marco fui a los estudios Emerger en Liniers y transmitimos algo que todavía se puede escuchar en Youtube.
¿Cómo pasaste los primeros días de cuarentena en el 2020 cuando apenas se salía para lo indispensable?
¿Cómo? Encerrado. Estudiando mucho bandoneón y dando clases a distancia para los conservatorios de Banfield y Morón. Leyendo. Ser docente recibido y músico me dio estabilidad en un mundo inestable.
Para tu cumpleaños tomaste la iniciativa de salir al balcón hacia la calle y compartir tu música… fue un acto creativo…
Llegaba el 25 de julio y me preguntaba cómo festejar mi cumpleaños. No quería caer en la videoconferencia. Pensé realmente qué era lo que tenía ganas de hacer. Por ese tiempo lo que charlábamos con el Tata Cedrón por teléfono era la importancia de la música en vivo, y buscar soluciones alternativas a lo que propone la hegemonía de la tecnología. La conclusión fue ir a almorzar a lo de mi viejo, que vive donde me crié y salir al balcón a tocar. Desde las 12:30 que es la hora que nací hasta las 17:30 salí a cada hora como un reloj cucú a tocar un par de temas para el barrio. Transmití algunas de esas entradas, otras no. Lo que se veía desde el vivo de instagram era mi espalda y por sobre todo, a la gente a la distancia, en la vereda.
Relatanos la anécdota del llamado que recibiste del “Tata” Cedrón y ¿De qué manera sentís que te enriqueció y enriquece tu participación en el Cuarteto Cedrón?
El Tata es un referente, es un adelantado a nuestra generación de tango del Siglo XXI. Desde 1960 está haciendo música que no copia moldes ni sigue olas pasajeras, que se mantiene actual. Trabaja con una modalidad cooperativa de autogestión que muchas veces está asociada con los grupos de mi generación, pero que él la viene implementando desde aquellos años ‘60.
El mayor cambio que tuve fue el matiz, el cambio de tiempo en función de la melodía y el texto, la melodía que cuenta historias, la superposición de planos desde lo sonoro y no desde lo especulativo.
Formaste parte de la Orquesta Típica Fernández Fierro desde sus orígenes, ¿Cuáles son tus mejores recuerdos de esos 14 años compartiendo música entre tantos integrantes y la maravillosa experiencia de la creación del espacio del CAFF?
Formé parte de la Fernández Fierro desde el 2002 hasta el 2016. En esos años con la orquesta crecimos un montón. Hermosos recuerdos de la presentación del primer disco de la orquesta en octubre del 2002 en el Teatro Luz y Fuerza. Recuerdo bajar del Dodge 1500 de Federico Terranova con una caja llena de discos la primera vez que tocamos en la calle Defensa en San Telmo. Recuerdo el trabajo en equipo en el verano del 2003 como albañiles-músicos para inaugurar el CAFF. La primera gira a Europa en el 2003. Estar en la gestación del repertorio de siete discos, su escritura, su ensayo, su presentación en vivo en Buenos Aires y en las giras, todo para entrar con seguridad a grabar en el estudio. Fue mucho trabajo y lo más lindo es ver sus frutos.
-Luego vino el Cuarteto Coviello…
En el 2010 formé un grupo con Nicolás Di Lorenzo en piano, Mariano Bustos en contrabajo, Mariano Mazzei en la voz y Eduardo Lucente en guitarra eléctrica. Necesitaba sentirme más cómodo a la hora de escribir música. La idea fundacional de este grupo es que cada integrante aporte su mirada y su música. Grabamos un primer disco que se llamó 14. Después en el año 2013 el guitarrista fue Alejandro Bordas y agregamos la voz de Alejandro Guyot. Como el grupo tenía esa vocación de pertenencia entre los músicos, quedaba raro el nombre Cuarteto Coviello y nos empezamos a llamar Cañón. Así grabamos en el 2017 el disco «Brujos» y en el 2021 «Juntos y separados».
-Si tuvieras que presentar a Tango Cañón, ¿Cómo lo definirías? ¿Sentís la satisfacción de haber logrado el grupo que estabas buscando?
Hoy Tango Cañón es un dúo de piano y bandoneón, dos músicos que se conocen mucho porque hace casi 12 años que ensayan dos veces por semana. Que siempre que pudimos organizamos una actuación por semana. Y desde ese lugar tan vivo es que hacemos nuestra música de tango. Un tango propio que se conjuga en tiempo presente, que varía según las diferentes etapas de nuestra vida, más aguerridas o más introspectivas.
-Tenés una veta de productor. Por citar dos ejemplos: La Milonga del Pez Cañón con Tandas Nuevas y el ciclo en Las Casas y Muñiz en el barrio de Boedo. ¿Cómo se te ocurren estas fantásticas ideas?
Una de las búsquedas es ser originales. Llevar ideas a la práctica y que esas ideas originen movimiento. La Milonga del Pez Cañón que organizamos en Vuela el Pez todos los martes pre-pandemia desde el 2017 propone una noche de baile distinto. El 100% de la música, ya sea grabada o en vivo es del siglo XXI, de músicos y músicas que hoy viven y van al supermercado como cualquier mortal, já!
Es una noche con tango que no suena a disco de púa, con una clase a cargo de profesoras que proponen también la actualización de la danza con propuestas de cambio de rol, tango en devenir y nuevos códigos milongueros. Es un lugar de refugio y de intercambio que cuando podamos volver a abrazarnos sin miedos, volverá.
Y el ciclo en una hermosa esquina perdida en mi barrio de Boedo nació de la necesidad del encuentro que provoca la música en vivo. Con Tango Cañón no organizamos ninguna transmisión en vivo en estos meses (streaming in english) porque creemos que de esa manera no se genera el goce estético de escuchar música. Durante todos los sábados de marzo, abril y mayo a las 17 hs. fuimos a tocar a la hermosa esquina de Pan y Teatro, en Las Casas y Muñiz. Elegimos una esquina con poco tránsito de autos y poco tránsito de peatones. Hay dos maneras esquemáticas de hacerse oír en música. Aturdiendo o llamando a la escucha. Si vos tocás muy fuerte llamás la atención de quien escucha, quien escucha recibe ese sonido de manera sin necesidad de hacer nada, en actitud pasiva. Si ese sonido fuerte se prolonga en el tiempo, deja de llamar la atención porque aturde.
Si tocás con matices suaves, quien escucha tiene que tener una actitud activa: prestar atención, complementar con la visión, imaginar lo que no se escuchó.
Si tocás en un lugar alejado de la circulación de gente, quien te va a escuchar tiene una actitud más activa. Si tocás en una esquina muy transitada, la actitud de quien escucha es otra. Nuestra música florece mejor cuando hay un público que escucha activamente. Así nacen las ideas.
-Sos docente hace 15 años de la carrera de bandoneón en dos Conservatorios y en la Universidad Nacional de Lanús, ¿Qué te llevó a la docencia y cómo se enseña bandoneón?
Empecé a dar clases de bandoneón a los 23 años en el Conservatorio Julián Aguirre de Banfield. Actualmente estoy también en el Conservatorio Alberto Ginastera de Morón y en la Universidad Nacional de Lanús. Y me acaban de convocar como nuevo profesor de bandoneón del Conservatorio de Música Alfredo Luis Schiuma. La docencia es en mí una vocación tan grande como la música, por la esencia revolucionaria que tiene. Quien estudia y quien enseña siempre lo hace para cambiar algo.
-¿Puede empezarse la carrera sin contar con un bandoneón en casa para estudiar? Cómo hacen los alumnos que no pueden acceder a un bandoneón?
En los conservatorios es habitual tener estudiantes que empiezan sin bandoneón, antes de la pandemia podían estudiar con el instrumento de la institución. En la UNLA damos talleres y llevamos nuestros propios bandoneones Pichuco 3 para cada encuentro. Son contextos pedagógicos distintos. No hay una única manera de enseñar y aprender bandoneón. No olvidemos que el bandoneón es un instrumento, y un instrumento en su definición más general es un objeto que sirve para realizar un trabajo o actividad. Hay tantas formas de aprender como estudiantes, docentes y músicas que se quieren interpretar.
-¿De qué se trata el Proyecto Bandoneón Pichuco?
Nace por iniciativa de la rectora de la UNLA, Ana Jaramillo, y es un gran equipo el que forma parte de este proyecto y trabaja para llevarlo adelante: la Secretaría Académica, el área de Patrimonio Histórico, el depto. de Humanidades y Artes y la idea es del Rectorado.
Cuando por ley del Congreso Nacional la UNLA toma posesión de parte de los antiguos talleres de ferrocarril de Remedios de Escalada, los edificios estaban repletos de cosas y entre esas cosas había cantidad de muebles rotos y tablones. El área de Patrimonio Histórico seleccionó y conservó gran parte de esas cosas, conscientes del valor simbólico que tienen en el contexto de ferrocidio. Que esas maderas vuelvan hoy en forma de bandoneón a las manos de una piba de Lanús, que quizás tuvo un abuelo ferroviario, representa una restitución. Es darle valor a la historia para construir nueva historia.
El Pichuco 1 fue el prototipo que se hizo con impresora 3D. Todo ese desarrollo estaba pensado para fabricarlo a escala industrial con piezas de inyección. Era una época donde Argentina lanzaba sus propios satélites al espacio. En el 2016 el proyecto tuvo que cambiar drásticamente. En esos tiempos de crisis, recurrimos a uno de los 20 valores que explicita la UNLA: el espíritu de lo cooperativo. Así nació la idea del Pichuco 2, rediseñar casi por completo para una fabricación más artesanal. Los Pichuco 3 son fabricados íntegramente en la UNLA, salvo los peines y las voces que son importadas de republica Checa. Reemplazar esa importación es nuestro próximo objetivo.
-¿Cuáles son tus proyectos en la actualidad?
Estoy presentando el disco Juntos y separados con Tango Cañón. Se puede escuchar en línea. En septiembre volveremos a Boedo. Estoy presentando el disco Vástago con la cellista Josefina García. Se puede escuchar en línea. Estamos ensayando con el Cuarteto Cedrón. Estoy escribiendo una cantata en homenaje al Cacique Ranquel Mariano Rosas junto al Poeta Gabriel Rodríguez Molina. Se está por presentar una obra que grabé el año pasado con el Quinteto de Agustín Guerrero.
-¿Qué fue lo más lindo que leíste y lo más lindo que escuchaste durante el aislamiento obligatorio?
Lo más lindo que leí fue «Las hortensias y otros relatos» de Felisberto Hernández y lo más lindo el disco «Espejos» de Raúl Carnota. Aunque no le creo mucho a los listados con calificaciones (Rankings in english), mucho menos si los confecciono yo. Já!
@juliocoviello