Desde Levi-Strauss al jazz argentino, desde el tango al rock progesivo británico. Charla con uno de los productores de data bibliográfica musical más inquietos de la Argentina; Leandro Donozo nos presenta su Gourmet Musical, una editorial dedicada a difundir la música en cada uno de sus matices.
Desde hace diez años, Leandro Donozo (Buenos Aires, 1973) viene dándole vida en formato papel a mucha música que no tenía espacio en las librerías argentinas. Dueño de un largo currículum en todo lo relacionado con la música (formación universitaria, periodismo gráfico, activismo web, y un largo etc.), Donozo se ha encargado de sostener con una inquietud insoslayable un proyecto editorial tan sorprendente y vital como es Gourmet Musical.
En un catálogo con 30 títulos en su haber, en la variedad está su voluntad de poder (seguir existiendo): desde Xul Solar, un músico visual. La música en su vida y obra, en manos de Cintia Cristiá, pasando por La obra musical de Carlos Guastavino. Circulación, recepción y mediaciones de Silvina L. Mansilla, y las reediciones de Historia del baile. De la milonga a la disco de Sergio Pujol y Como vino la mano. Orígenes del rock argentino de Miguel Grinberg, hasta los recientes Cemento. El semillero del rock de Nicolás Igarzábal y Letristas, la escritura que se canta de Alejandro Güerri y Federico Merea, hacen de Gourmet Musical una rara avis tentadora e insospechada dentro del panorama editorial argentino.
Aquí Donozo responde a un pequeño cuestionario en donde saca a relucir el carácter indómito e inigualable de su sello editorial, que ha logrado un desarrollo sanamente envidiable.
¿Qué te llevó a armar un sello como Gourmet Musical? ¿En qué proyecto editorial te guiaste, si lo hubo?
Quizá buena parte de la cultura y lo que ahora se llama industrias creativas haya estado tradicionalmente en la Argentina basada en la copia disfrazada de inspiración. El diseñador de modas que viaja a Milán a buscar que tiene que producir para la próxima temporada, el productor teatral que vuela a Nueva York a ver qué obras funcionan; el empresario de medios que a la hora de empezar un nuevo diario o revista lo hace directamente imitando algún modelo extranjero; el diseñador o el publicitario que comienza cualquier trabajo buscando algún ejemplo del que copiarse en esos libros ilustrados carísimos que compró en algún viaje; el músico que lleva su devoción por el ídolo a la imitación. Es muy fuerte la idea de que hay una especie de división del trabajo en la que a nosotros nos toca resignarnos a traer ideas de “allá” y buscar cómo adaptarlas “acá”. Descreo y rechazo esta forma de trabajar y cuando alguien me propone o fundamenta una idea en esos términos me quita todo interés. Tampoco soy tan necio como para pensar que uno puede pensar todo de cero y ser totalmente original, pero me parece que hay que tener más confianza en la posibilidad de tener ideas propias. No todo está hecho ya y no se le puede echar la culpa a ninguna restricción material para no pensar y tener ideas propias. O sea, Gourmet Musical Ediciones no se basó en ningún modelo, porque no conozco ninguna otra editorial así en el mundo. De la misma manera, mis libros, el Diccionario bibliográfico de la música argentina (y de la música en la Argentina) y la Guía de revistas de música de la Argentina son “géneros” inexistentes que yo fui desarrollando para poder buscar información bibliográfica de la manera en que a mí me parecía necesario y no podía encontrar en las fuentes preexistentes. Somos la primera y única editorial argentina dedicada exclusivamente a la publicación de libros sobre música (y digo de Argentina porque no me he dedicado a buscar si hay muchas otras en otros lados). Y surge de al menos dos necesidades personales. Por un lado, la de que hubiera libros sobre temas que me interesaban y de los que no encontraba bibliografía hechos con un enfoque diferente a buena parte del material circulante. Por el otro, de la necesidad de combinar mis intereses profesionales y mi curiosidad intelectual (y musical) con un emprendimiento sustentable económicamente sin caer en la dependencia de la cada vez más insatisfactoria y frustrante carrera académica.
Una de las cosas que sorprende de tu emprendimiento editorial es la diversidad de músicas estudiadas. Esa convivencia de experiencias musicales tan diferentes es un gran hallazgo. ¿En la curiosidad reside el éxito? ¿Te trataron de loco o excéntrico por esta mirada?
Descreo también de la visión habitual de los medios que entienden la música exclusivamente en función de una distinción de géneros que solo es útil a ciertos pequeños fines prácticos. A mí me interesa toda la música y limitarse a uno o dos géneros me parece de una falta de curiosidad que me resulta incomprensible e imperdonable en quien diga interesarse seriamente o profesionalmente en la música. Es quizás una enseñanza de la antropología, la de pensar toda la música como la producción de una comunidad determinada en un espacio y momento determinado. Para mí el jazz, el rock, el folklore, el tango, la música clásica, la contemporánea y todas esas categorías tienen más en común que de diferente. Por decir cosas básicas, están casi todas basadas en el sistema tonal europeo o sus derivaciones, usan casi los mismos instrumentos, estudian en los mismos lugares casi con los mismos métodos, comparten públicos, sistemas de promoción, de producción, ámbitos de ejecución… A mi modo de ver, separar estas músicas da una visión demasiado parcializada y hasta aburrida del amplio campo de la música y personalmente cada vez me resultan más interesantes aquellas músicas que no puedo meter en ninguna de estas categorías. No sé bien a qué éxito te referís, pero, sí, la palabra “loco” aparece en muchas reseñas de mis libros y de la editorial.
¿Te veías haciendo esto quince años atrás, cuando eras un lector de revistas, oyente de rock y estudiante universitario?
De alguna manera sí, pero más borrosamente quizá. Me tomó varios años encontrar la forma o el contexto concreto en el que desarrollar eso que me imaginaba haciendo. De alguna manera es como si todas las cosas que hice en el medio –periodismo, carrera universitaria, páginas web, blogs, prensa de proyectos musicales, investigación musicológica, gestión, e-commerce, bases de datos, trabajo en bibliotecas, y, obviamente, leer como condenado– resultaron una preparación inconsciente para esto.
¿Cómo vivís el gran momento que tiene la edición de libros dedicada a la música? ¿Te llama la atención que una década atrás los grandes sellos se mostraban reacios a publicar libros sobre música y ahora sea lo más normal?
Libro de música se publicaron siempre. Yo no sé si veo más porque estoy más atento a las librerías o porque hay más, pero no conozco ninguna estadística al respecto. Si alguien piensa que hacer libros como los que hace Gourmet Musical es un buen negocio monetariamente hablando, ese sí que está loco. Requiere una inversión y un compromiso impagable en billetes y a largo plazo. Yo empecé con este proyecto hace diez años y recién ahora se avizora un horizonte de razonabilidad económica. Lo que si veo es que empieza a haber más libros más “esmerados” y trabajados más como nosotros lo hacemos.
En tu oficina se destaca la gran cantidad de material periodístico de otras épocas, donde todo era análogo y más a pulmón. Contás con una gran colección de casetes. Y en estos días el vinilo ha recobrado un auge impensado diez años atrás. ¿Tenés nostalgia por tiempos idos? ¿Cómo te llevás con esta era online?
Mucha gente gusta repetir aquello que dijo Luis Alberto Spinetta de que “mañana es mejor”, pero en la práctica actúa con la convicción de que todo tiempo pasado fue mejor. Me interesa mucho más el futuro que la nostalgia, pero me parece que no se puede pensar en el futuro con la ingenuidad de no tener en cuenta el pasado.
¿Algún libro inconseguible del que te jactes porque te pertenece?
No. Al igual que con el catálogo, de lo que me jacto es del conjunto, del equipo, más que de figuras individuales.
¿Qué títulos se vienen?
Estamos trabajando en una gran cantidad de títulos, de una variedad de temas realmente fascinante y estimulante, pero trabajamos sin agenda, tratando de darle a cada nuevo libro el tiempo que necesita, que generalmente suele ser más del que todos prevemos. En lo inmediato salen Letristas, la escritura que se canta, de Alejandro Güerri y Federico Merea, con entrevistas a autores de letras de canciones de diferentes generaciones y géneros musicales acerca de su oficio; Paul Walter Jacob y las músicas prohibidas durante el nazismo, un libro de Silvia Glocer y Robert Kelz que recopila básicamente una conferencia que este emigrado alemán dio en Buenos Aires en 1939 denunciando la insólita y vergonzosa situación con la música provocada por el nazismo en el que fue el centro de la música europea; y Un mar de metales hirvientes, crónicas de la resistencia musical en tiempos totalitarios (1975-1980) que compila crónicas de Miguel Grinberg en el diario La Opinión.
Fotos: Estudio Gisella Lifchitz